
En Colegio Finale, creemos en la riqueza de la diversidad educativa y en la educación personalizada. Por eso, hemos invitado a familias que utilizan distintos currículos a compartir sus experiencias. A través de sus relatos, descubriremos cómo han adaptado los materiales, los retos que han enfrentado y los éxitos que han celebrado. Esperamos que cada entrada sea un recurso valioso para todas las familias que exploran las opciones de educar en casa en Guatemala.
Por: Inga. Gladys de Paz
Como madre, he vivido un viaje de aprendizaje junto a mi hijo, un camino lleno de retos
y satisfacciones. Todo comenzó cuando él tenía solo 4 años, y con la bendición de Dios
junto con mi esposo, decidimos embarcarnos en la aventura de educarlo en casa.
Optamos por un currículo en inglés, aunque mi conocimiento del idioma era básico y
mis habilidades auditivas eran limitadas. Además, como familia, no teníamos contacto
frecuente con el inglés, pero sentíamos que era fundamental que nuestro hijo
comenzara a aprenderlo desde temprano.
Elegimos un programa que nos brindaba libros, videos y un manual para el tutor.
Aunque las dudas me invadían antes de comenzar, con el tiempo, el proceso se fue
haciendo más claro. Al principio, los videos que enseñaban letras y números a través
de rutinas repetitivas no me resultaban tan complicados de entender. Pero lo realmente
desafiante fueron los videos en los que la maestra narraba historias o hablaba sobre
temas más complejos, ¡era difícil captar todo! Sin embargo, con dedicación y mucha
paciencia, logré entender mucho más a lo largo del año.
Recibí el consejo de hablarle a mi hijo en inglés, algo que al principio me aterraba. Fue
a mitad de ese primer año que decidí empezar, aunque fuera con frases sencillas. Al
principio, le leía las instrucciones de las hojas de trabajo en inglés y se las explicaba.
Luego, cuando comenzó a leer oraciones, empecé a hacerle preguntas básicas, pero
las escribía para asegurarme de armarlas en el orden gramatical correcto. En mi
búsqueda, encontré material adicional en Internet que nos permitió enriquecer el
vocabulario de ambos.
A medida que avanzaba el segundo año, me sentí más segura. Ya me atrevía a
enseñarle algunas oraciones como “What is your name?” “My name is” para que
pudiera responder a esas preguntas que algunas personas le hacían al saber que
estaba aprendiendo inglés. También comenzamos a aprender los días de la semana y
el clima.
A pesar de que muchas veces me sugerían ponerle programas en inglés, me
preocupaba que estuviera expuesto a contenido que no se alineara con nuestros
valores familiares. Sin embargo, durante las vacaciones del segundo año, decidimos
dejarlo ver una serie de dibujos animados que enseñan historias bíblicas en inglés, lo
cual me dio tranquilidad. Era una manera de seguir exponiéndolo al idioma, pero con
contenido que compartíamos como familia.
Ahora, al comenzar el tercer año de educación en casa, me sorprende cuánto ha
avanzado mi hijo. A pesar de que cada año hemos tenido que adaptarnos a una nueva
maestra, hemos logrado mejorar nuestro entendimiento del inglés. Al principio, mi hijo
no sabía ninguna palabra en inglés, pero ahora tiene una comprensión intermedia del
idioma, ¡y a veces siento que ya me supera! Cuando la maestra hace preguntas en los
videos, yo intento pausar para que él responda, y en ocasiones, él contesta sin que yo
lo detenga.
Este viaje ha sido más que una experiencia educativa. Como madre y tutora, he
aprendido tanto como mi hijo. Me siento satisfecha de cómo hemos crecido juntos en
este proceso, y animo a las familias que estén considerando la educación en casa a
que se lancen a esta aventura. Es increíble ver cómo mi hijo no solo aprende un nuevo
idioma, sino que también ha asimilado todo el contenido del currículo. ¡Gracias a Dios!
¡Es un viaje que vale la pena vivir!